El impacto de la pandemia en Argentina, un análisis comparado
- Alfredo Calcagno
- 27 oct 2022
- 10 Min. de lectura
Actualizado: 25 mar 2023
En nuestro país ya casi no se habla de la pandemia, ese flagelo que alteró de manera tan profunda nuestra existencia. Sin embargo, a dos años y medio de su inicio, vale la pena hacer un balance de su impacto en la Argentina, pues nos permitirá evaluar mejor la situación actual, y también valorar con objetividad las políticas que se aplicaron para enfrentar la pandemia, y sus resultados.
Que la pandemia haya pasado a segundo plano es una buena noticia, puesto que indica que lo peor de la emergencia ya ha pasado. En el punto más alto de la primera ola (fines de septiembre de 2020), se contabilizaron 488 fallecimientos por coronavirus cada día (en promedio semanal). Fueron 600 muertes diarias en lo alto de la segunda ola (mediados de junio de 2021) y 260 en el peor momento de la tercera ola (fin de enero de 2022). A fines de octubre de 2022, con más del 90% de la población vacunada, registramos en promedio 1,3 decesos diarios por Coronavirus.
También hablamos menos de la pandemia porque otras preocupaciones ocupan nuestra coyuntura, desde la elevada inflación hasta el atentado contra la vida de la Vicepresidenta de la Nación.
Sin embargo, es importante hacer un balance del impacto de la pandemia, con la perspectiva temporal que tenemos después de dos años y medio. Consideraremos dos aspectos de la pandemia: su costo humano, en términos de personas directamente afectadas, y su costo económico. Para dimensionar ese doble impacto, lo compararemos con los datos disponibles para otros países.
1) El impacto humano: el exceso de muertes
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto muy fuerte a nivel global. A la fecha (octubre de 2022) se han registrado de manera oficial 6,6 millones de muertes causadas por este virus, así como 630 millones de personas contagiadas. Pero son éstas cifras oficiales, que sin ninguna duda subestiman por un amplio margen el costo humano de la pandemia.
Pero además, la forma en que se mide el impacto humano del Coronavirus es muy diferente de país a país. Las dos medidas más utilizadas son los contagios y las muertes por COVID-19, ambos como proporción de la población (por ejemplo, por millón de habitantes). Son medidas muy inciertas, sobre todo la de contagios, ya que la cantidad de tests que hacen los distintos países es muy variable. Se acepta que la parte de la población que se ha contagiado es mucho mayor que la registrada, porque hay muchos casos de enfermedad asintomática o con síntomas leves; pero es difícil estimar en cuánto se subestiman los contagios reales. Por eso, las estadísticas de contagios tienen sentido para advertir cómo evoluciona la pandemia dentro de un país, pero no sería serio usar esas cifras para comparar la situación de países que testean de manera más o menos intensa a su población.
Lo mismo vale para las cifras de fallecimientos. A priori, uno podría pensar que hay menos margen para el error (no existe la muerte asintomática). Pero los países tienen procedimientos muy disímiles en el registro de los muertos por Coronavirus. Algunos países, como la Argentina, registran todos los muertos con Coronavirus como muertes por Coronavirus. Otros países atribuyen parte de las muertes a enfermedades preexistentes que se agravaron con el COVID, pero en vez de imputar la causa de la muerte al virus, registran que fallecieron de una deficiencia cardíaca, o renal, o respiratoria… Y muchas veces no verifican si un fallecido tenía Coronavirus.
De nuevo, las estadísticas serán útiles para ver cómo evolucionan los fallecidos por COVID en un país que mantiene una metodología más o menos constante, pero inducen a error si se las usa para ver si un país se las está arreglando mejor o peor que otros con la pandemia.
Existe un tercer indicador, menos utilizado, que evita buena parte de estos problemas de medición, y que por lo tanto es mucho más confiable para la comparación internacional: el “exceso de muertes”. Es una medida que se utiliza de manera habitual cuando se trata de medir el impacto de algún hecho excepcional como, por ejemplo, una guerra, un cataclismo natural, una hambruna… o una epidemia. El principio es simple: se contabilizan todos los fallecimientos durante el período bajo examen, y se los compara con los fallecimientos de un año normal. En general, se toma el promedio de los últimos años, eventualmente corregidos por una tendencia.
El gráfico 1 presenta los datos de World Mortality Dataset, actualizado con regularidad por sus autores. La información está disponible para 120 países o territorios; reproducimos la que se refiere a 80 de ellos, después de excluir a los de menor tamaño, como Mayotte, San Marino, Transnitria o Andorra. Se trata del porcentaje de fallecimientos registrados entre marzo de 2020 y junio de 2022 en exceso de los que eran esperables proyectando la mortalidad observada entre 2015 y 2019.

Fuente: Our World in Data, en https://ourworldindata.org/grapher/excess-mortality-raw-death-count
En muchos países, el exceso de muertes supera el número de decesos registrados por coronavirus. En México las cifras oficiales registraban 331 mil muertes por Coronavirus al 31 de diciembre de 2022, pero el exceso de muertes calculado era el doble: 660 mil. Ecuador reportaba 36 mil muertes por la pandemia a esa misma fecha, cuando el exceso de fallecimientos era de 77 mil, algo más del doble. La diferencia era aún mayor en Rusia (1 millón 280 mil muertes en exceso frente a 385 mil muertes admitidas por COVID, una relación 3,3 a 1), o en Egipto (hay 13 veces más muertes en exceso que muertes registradas por COVID). Esa discrepancia era mucho más moderada en Brasil, EE.UU. e Italia (una relación de 1,2 a 1).
Sin embargo, en otros países la relación es al revés: registran más muertes por COVID que muertes en exceso. La explicación de tal aparente anomalía es que son países que registraron de manera más fidedigna los fallecidos por COVID, al tiempo que las medidas de precaución contra la pandemia reducía otras causas “normales” de muertes. Por ejemplo, hubo menos muertes por gripe o neumonía (resultado del aislamiento social y del uso del barbijo) y por accidentes de tránsito (menor movilidad de las personas). En Chile, los excesos de muertes fueron un 10% inferiores a los fallecidos por COVID contabilizados (relación muertes en exceso/muertes por COVID de 0,9); en Alemania la relación fue 0,8; en Francia 0,7.
En la Argentina, existe un cálculo de exceso de muertes solamente para 2020 y 2021. En 2020 fallecieron 376 mil personas, cuando lo normal hubiera sido 340 mil: murieron 36 mil personas de más, un exceso de 10,6%. Ese año, el número registrado de fallecimientos por COVID fue mayor: casi 46 mil personas. O sea que la relación entre exceso de muertes y muertes computadas por COVID fue de 0,8. En 2021, fallecieron 432 personas, cuando las "muertes esperadas" eran 342 mil, lo que arroja 90 muertes "en exceso". En el acumulado de los dos años, las muertes en exceso superan en solamente 7,6% a los decesos registrados por COVID, lo que indica que la forma de registrar esos fallecimientos no los subestima de manera significativa.
Haciendo la hipótesis conservadora según la cual en 2022, el exceso de muertes supera en un 20% el de los fallecidos registrados por COVID registrados durante ese año (algo menos de 13 mil personas), tendremos que entre principios de 2020 y diciembre de 2022 (27 meses) habrían fallecido 1 millón 175 mil personas, 141 mil más que lo esperable en tiempos normales. Esto arroja un exceso de muertes de 13,7%, que es el valor que incluimos en el gráfico.
Observamos que el costo humano de la pandemia, en términos de fallecimientos por encima de un año normal ha sido moderado en la Argentina, dentro de una comparación con otros países para los que existen datos: es menor al de Estados Unidos, y algo mayor al de Italia. Está entre los países latinoamericanos con mejor desempeño, detrás de Uruguay y Costa Rica. Su resultado fue mucho mejor que los de Chile (exceso de muertes de 18%), Brasil (20%), Colombia (26%), México (28%), Ecuador (33%), Bolivia (38%) y Perú (el más elevado entre los 120 países de la base de datos, con 41%).
Si en vez de un 13,7% hubiéramos tenido un exceso de muertes de 20%, como Brasil, en vez de lamentar el fallecimiento de 130 mil compatriotas, hubiéramos tenido más de 200 mil muertes que deplorar; con un porcentaje de exceso de muertes como el de México, las muertes en exceso habrían llegado a 290 mil. Por un conjunto de razones, que habrá que dilucidar, y que probablemente incluyen la política de vacunación, las medidas de prevención, la responsabilidad de la población y los recursos destinados a los hospitales, tuvimos la mitad de las muertes que hubiéramos tenido con el desempeño de los mayores países de la región.
2) El impacto económico
A este costo humano se agrega un costo económico, que también es difícil de cuantificar. Está, por una parte, la caída de la actividad económica por el cierre (temporal o definitivo) de lugares de trabajo y la restricción a la movilidad de las personas, que hizo que el producto mundial se contrajera en 2020 un 3,5%, cuando a fines de 2019 se proyectaba un crecimiento para 2020 en torno a 2,5%. A este impacto inmediato se agregaron otros, tales como la desorganización de las cadenas mundiales de producción, un elevado déficit fiscal y la fuerte emisión monetaria de muchos bancos centrales. Si bien las políticas fiscales y monetarias expansivas permitieron una recuperación rápida (el producto mundial creció un 5,8% en 2021), también dejaron un pesado endeudamiento público y la inflación más rápida de los últimos 40 años.
Dentro de este marco es que debemos situar el desempeño de la Argentina. En nuestro país, el costo en términos de caída de la producción fue muy elevado durante el segundo trimestre de 2020: la actividad cayó un 16% en comparación con el primer trimestre de ese año (en la serie desestacionalizada), y un 19% si la comparamos con el mismo trimestre de 2019.
La pérdida de empleo (sobre todo informal) fue muy abrupta: entre el primer y el segundo trimestre de 2020, la encuesta permanente de hogares (que cubre áreas urbanas en donde viven 28 millones de habitantes) registra una disminución de 2 millones y medio en el número de personas ocupadas. Si proyectamos esa disminución al conjunto de los 47 millones de habitantes, llegamos a 4 millones de puestos de trabajo perdidos.
Algunos criticaron al gobierno por esta depresión, cuya profundidad se habría debido a los (supuestamente) exagerados cuidados del Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO). Otras voces valoraron la acción pública que preservó las fuentes de trabajo con la distribución de la asistencia de emergencia al trabajo y la producción (ATP) y la prohibición de los despidos, y que asistió a quienes habían perdido gran parte de sus ingresos, con el reparto del Ingreso Familiar de Emergencia, entre otras medidas. Para ellos, estas políticas públicas no solamente atenuaron el costo social de la pandemia, sino que permitieron la rápida recuperación posterior.
De hecho, la economía fue capaz de crecer de manera sostenida a partir del tercer trimestre de 2020; ese crecimiento se verificó en todos los trimestres (comparado con el trimestre anterior) salvo el segundo de 2021, debido a la reimposición de algunas restricciones destinadas a frenar la segunda ola del Coronavirus, y en el cuarto trimestre de 2022. Así, la actividad económica recuperó su nivel de prepandemia el tercer trimestre de 2021.
Este resultado superó con mucho el que auguraba la mayoría de los observadores. La OCDE, por ejemplo, anticipaba en mayo de 2021 que, de todos sus países miembros y asociados, la economía argentina sería la que más tardaría en recuperarse de la pandemia: calculó que recién en la segunda mitad de 2026 el país retomaría el nivel de PIB por habitante de fines de 2019, pero eso ya ocurrió el cuarto trimestre de 2021.
Para evaluar la forma en que los distintos países absorbieron el shock de la pandemia, comparamos el nivel de actividad económica al segundo trimestre de 2022 con su nivel anterior a la pandemia, esto es al cuarto trimestre de 2019. Tomamos como base las series trimestrales desestacionalizadas que calcula la OCDE, y las completamos con fuentes nacionales y proyecciones de JP Morgan. Disponemos de estas estadísticas para 51 países.
El gráfico 2 presenta el resultado de esta comparación. La Argentina figura en el puesto 19 de este ránking; se cuenta entre los países cuyo PIB se recuperó más del 5% por encima del nivel de prepandemia. Está entre los países latinoamericanos de mejor desempeño, sólo superado por Chile y Colombia.

Fuentes: OCDE, https://stats.oecd.org/Index.aspx?datasetcode=SNA_TABLE1; JP Morgan, Global Data Watch y fuentes oficiales nacionales.
Para interpretar esta evidencia empírica, es preciso tener en cuenta la situación en que se encontraban los distintos países cuando irrumpió la pandemia. En el caso de la Argentina, esa situación era muy difícil. Venía de 4 años durante los cuales el PIB por habitante había caído un 8%, los salarios reales un 22%, y el poder adquisitivo de las jubilaciones mínimas y de las asignaciones familiares un 23%. Muchos grupos sociales no contaban con un “colchón” de ingresos y de ahorros para enfrentar esta nueva crisis.
El gobierno también enfrentaba fuertes restricciones financieras. Mientras los demás gobiernos latinoamericanos podían acceder al crédito interno y externo a tasas bajas y contaban en varios casos con fondos de estabilización macroeconómica, la Argentina tuvo que enfrentar la pandemia sin ninguna de esas fuentes de recursos. Esto no solamente limitó la expansión del gasto público, sino que obligó a recurrir a un financiamiento íntegramente monetario del déficit fiscal en 2020.
A pesar de estos factores adversos, la Argentina logró reactivar su economía con mayor rapidez que la mayor parte de las economías consideradas, dentro y fuera de Latinoamérica. Pudo en ese proceso recuperar la totalidad del empleo perdido en 2020 y superar (el segundo trimestre de 2022) en 950 mil puestos la ocupación existente antes de la pandemia, en los 31 aglomerados urbanos que cubre la Encuesta Permanente de Hogares; si proyectamos ese número al conjunto del país, la creación neta de empleos llega a 1 millón y medio.
3) Conclusiones
Poco tiempo después de asumir el gobierno, la actual administración debió enfrentar un shock sanitario y económico global que le impidió aplicar su programa electoral. Debió adoptar medidas de urgencia en un marco de enorme incertidumbre y de depresión generalizada.
Hubo durante largos meses un fuerte debate sobre la validez de estas políticas: si fueron excesivamente represivas o permisivas; si se debieron acortar algunos de sus aspectos (por ejemplo, la suspensión de clases) y alargar otros (por ejemplo, la distribución del IFE); si se gestionó correctamente la vacunación de la población; si se utilizaron de la mejor manera posible los escasos recursos que el gobierno tuvo a su disposición.
Este artículo no tiene por objeto responder a esas preguntas. Sí busca presentar datos que permitan una comparación internacional de los resultados obtenidos, tanto en términos del costo humano (fallecimientos) como del costo económico (nivel de actividad) de la pandemia en la Argentina.
En particular, esta comparación permite estimar el elevado número de muertes que se evitaron gracias a que la Argentina tuvo un menor “exceso de muertes” que la gran mayoría de los países latinoamericanos. Si tomamos como referencia la tasa de exceso de muertes que sufrieron Brasil, México y Colombia (por nombrar a los más poblados), vemos que en Argentina se preservaron entre 70 mil y 160 mil vidas. Pero ese logro no es visible, y sí lo es el terrible saldo de las 130 mil muertes por COVID que no se pudieron evitar.
En suma, un análisis comparativo es indispensable para realizar un análisis objetivo del impacto de la pandemia, un shock tan grave como inesperado, y de la eficacia de las políticas con que se lo enfrentó en nuestro país.
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